lunes, 12 de abril de 2010

LEÓN

León es una vieja ciudad en la que romanos, visigodos, árabes y cristianos han dejado sus huellas a lo largo de los siglos.

Cabeza durante años del reino más poderoso de la península, como canta su himno:
"Sin León no hubiera España/que antes que Castilla leyes/ concilios, fueros y reyes/
dieron prestigio a León".

Por todo ello, la historia de León es una historia rica, apasionante y fundamental. Pero no es este el momento de hablar de esa historia, sino simplemente el de recorrer algunos de sus rincones más singulares, donde aún se percibe el aroma de viejos tiempos.
Espacio habrá para otros relatos.


CALLE MATASIETE


Lo primero que sorprende de esta calle es su nombre: MATASIETE, un nombre contundente que parece amenazador y despierta la curiosidad de quien lo oye.
La segunda sorpresa nos la trae su disposición, la manera intrincada de abrirse paso entre la plaza del Pan (hoy Plaza Mayor) y la plaza de las Tiendas (hoy San Martín: el corazón del Barrio Húmedo). Sin duda parece el decorado ideal para que se represente la tragedia que rememora.

Corría el año 1330 y el rey Alfonso XI viene a visitar León. Preceden a la comitiva real Gil de Villasinta y Juan de Velasco, parece que también Leonor de Guzmán, esposa del último y tras la muerte de aquel, amante del rey a quien dará 10 hijos. Los caballeros portaban un mensaje real cuyo destinatario era D. Gutierre.

En la ciudad se tramaba una revuelta. Los conspiradores eran los partidarios del Infante Juan Manuel y el destino de sus intrigas el propio monarca. Gil y Velasco se detuvieron en la taberna del tío Joroba, próxima a esta calle, en espera de dirigirse a casa de don Gutierre. En ese mismo lugar se encontraban algunos de los intrigantes, que una vez descubierta la identidad de quienes allí estaban, iniciaron la provocación y el enfrentamiento. Se desenfundaron espadas, los dos caballeros trataron de ponerse a salvo luchando, dando cuenta de algunos de los traidores y retrocediendo por una calle sinuosa y oscura en la que fue herido de muerte uno de los nobles (no se ponen de acuerdo los cronistas si don Gil o don Juan de Velasco). Pero parece que éste último, quien logrará llegar con vida a casa de don Gutierre para morir de todos modos.

En un rincón de la calle y conmemorando los tristes sucesos hay una hornacina en la que figuraba un cristo (el Cristo de Matasiete) con una lámpara de aceite que era tradición encender cuando en el barrio había algún enfermo en trance de muerte. A principios del siglo XX se añadió un farol y en 1975 se repuso la imagen que había desaparecido.


Es justo decir en honor a la tradición que el Moro Mulacín fue uno de los que se comprometió en la taberna del tío Joroba a participar en la acción villana aunque había de morir en el intento. Aún así su nombre permanece como titular de un paso entre la plaza de Las Tiendas y la calle de Santa Cruz.

Barrios de moros y judíos. Leyenda, historia, verdad y fantasía se mezclan en esta sugestiva escenografía del rincón de MATASIETE.

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