sábado, 8 de mayo de 2010

Alfonso VI

Alfonso VI ha sido uno de los reyes más interesantes y decisivos en la larga historia del reino de León y, por supuesto, de España.
Hombre inteligente y pragmático, un europeista convencido de su tiempo, abrió las fronteras de la península al mundo, impulsó el camino de Santiago, conquistó Toledo y sometió a su arbitrio a los reinos taifas. Ciñó además de la corona de León, las de Castilla y Galicia.
Sin embargo, siendo él el gran protagonista del siglo X, su figura ha quedado muchas veces oscurecida merced a las curiosas leyendas que atribuyen al Cid un protagonismo que no le corresponde y en el que sus valedores se sirven del desprecio de su rey, cuando no era Rodrigo Díaz más que un guerrero bravucón y valiente, con pocas luces, que le causó a su rey más quebraderos de cabeza que otra cosa.
Por tanto, la figura de Alfonso VI es una figura a recuperar, en honor a la verdad histórica y también al interés que supuso una vida tan apasionante como la de este monarca. Casado cinco veces, con numerosas amantes, dominador frente a los musulmanes que ocupaban al-Andalus e impulsor de reformas, España no sería hoy lo que es sin un rey como Alfonso VI.
Figuras relevantes durante su reinado, además del mencionado Cid, fueron su hermana Urraca, con quien le unió un especial cariño, sus padres Fernando y Sancha, el emir de Toledo al-Mamún, Vellido Dolfos (acusado de traidor, cuando no hizo otra cosa que defender su ciudad con heroismo)...

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miércoles, 14 de abril de 2010

CATEDRAL DE LEÓN

LEYENDAS DE LA CATEDRAL DE LEÓN

La catedral de León no sólo es el
primer Monumento Nacional de España o el orgullo de los leoneses, sino también la representación más pura del gótico francés en territorio hispano.
Pero además de su belleza, la increíble luz que recrean sus vidrieras y la sorprendente fragilidad, cuenta también con leyendas que contribuyen a enriquecer su historia.


LEYENDA DEL TOPO DE LA CATEDRAL

Se necesitaron muchos años, sacrificios y maestros para completar esta hermosa catedral. Pero no sólo el desafío a volúmenes y altura, a las fuerzas incontroladas de la Naturaleza, lo frágil que es su cuerpo, la sutileza de sus líneas... han supuesto obstáculos para el final feliz de la obra.
Pronto, en el subsuelo, en los cimientos mismos de la catedral empezaron a producirse temblores extraños y corrimientos de tierra que ponían en peligro su estrucutura. Los canteros trabajaban sin descanso desde que salía el sol hasta que volvía a ponerse y luego se acostaban.
Pero una mañana, al levantarse, pudieron comprobar que parte de lo construido por ellos durante el día se había desplomado por la noche. Y así siguió sucediendo durante algún tiempo, retrasando considerablemente las obras, poniendo en peligro el proyecto y sin que pudieran encontrarse explicaciones lógicas a tanto desastre.
Es sabido que los topos son animales nocturnos que excavan con sus patas profundas madrigueras bajo tierra, destrozando de ese modo las raíces de plantas y árboles. Los canteros, sorprendidos e impotentes ante la burla que estaba sufriendo su trabajo, empezaron a sospechar que algún animal extraño, quizá un topo gigante pudiera estar construyendo su guarida precisamente allí, donde antes habían estado las termas y loshornos que empleaban los romanos para calentar el agua de los baños, y con esa labor de sabotaje estuviese destruyendo "las raíces" del templo como si fueran las de un árbol.
Se puede intuir que alguno de ellos se mostrara escéptico, tal vez, pero ante el rumbo de los acontecimientos decidieron por unanimidad diseñar un plan que pusiera fin a aquella pesadilla. Y así se hizo. Tendieron una trampa al animal para cazarlo y en la primera noche que lo intentaron dieron cuenta del gigantesco topo de más de un metro de largo mientras excavaba una nueva gruta.
No sólo acabaron con él, sino que lo despellejaron y andando el tiempo se decidió colgar su piel curtida en el interior de la catedral, sobre la puerta de san Juan por la que habitualmente se accede a la igleisa, para que permaneciera como recuerdo de aquel suceso que mantuvo en vilo a canteros, clérigos y al pueblo de León, y tanto daño hizo.

Desde que ellos lo colgaron, allí ha permanecido siempre y permanece aún. Pero en 1996 se bajó de su lugar y fue enviado a Cataluña para que presuntos expertos despojaran de residuos y recuerdos de años al famoso topo. Esos hombres, tal vez provistos de técnica y razón pero no de fantasía ni sensibilidad suficientes para entender la memoria colectiva y ancestral de un pueblo, no sólo se atrevieron a limpiar a fondo la pieza y analizarla sino que tuvieron la osadía de negar que perteneciera a un topo y afirmaron que pertenecía al caparazón de una tortuga.
Aún después de aquello, de sus extrañas maniobras, sigue pareciendo más un topo que una tortuga. Y por si ello no fuera suficiente, aseguramos que las pruebas frías de unos técnicos nunca tendrán tanto valor como la tradición de siglos y la leyenda cincelada en la memoria de la que antes hablamos.
El topo sigue hoy en su lugar de siempre y la catedral en pie, firme, sin sobresaltos mientras el topo permanezca donde debe. Que no lo toquen ni lo molesten.


*Ilustraciones de Cristina Pedreira para La Catedral de León. Esa Señora. José Pedro Pedreira. Ediciones del Curueño.

martes, 13 de abril de 2010

LEYENDAS DE LA CATEDRAL DE LEÓN

LEYENDA DE LA VIRGEN DEL DADO

          La Virgen del Dado, que lógicamente no se llama así
sino María como las otras Vírgenes, debe su nombre popular 
a una leyenda.

          En los tiempos en que la portada norte de la catedral y donde se efigia la imagen de la Virgen con el Niño sobre el brazo izquierdo no estaba aún protegida por el claustro sino que daba directamente al exterior, gentes de toda condición pasaban por la estrecha rua que la rodeaba y también a su sombra prescindible se sentaban a matar el tiempo con el juego o con los chismes esas mismas gentes.


          Tales circunstancias han dado pie a que se nos cuenten dos

versiones distintas de una misma historia.
          Una versión dice que un jugador después de haber perdido todo su dinero en una partida de dados celebrada en otro lugar de la ciudad, regresaba cabizbajo y enfurecido por la derrota camino de su casa. Debía ser más de media noche. Cabe imaginar aquella miserable calleja medival solitaria, oscura y silenciosa. El jugador, al pasar ante la imgen de la Virgen, elevó la vista hacia la puerta del templo como si buscara una respuesta tranquilizadora y al ver los ojos de su propia concienica en aquellos ojos serenos de piedra que lo estaban contemplando, fue tal su ira que, después de blasfemar, lanzó con fuerza uno de los dados causantes de su desgracia, de modo que fue a estrellarse en el rostro del Niño que descansa en brazos de su madre. Sonó el impacto y al instante se abrió una herida en la frente de ese niño hijo de Dios y por ella empezó a fluir la sangre. El infeliz, al contemplar atónito aquel milagro, se asustó, se puso de rodillas y afligido pidió perdón por su injuria. Al verlo la Virgen sinceramente arrepentido no sólo quiso otorgarle su clemencia sino también el sueño fallido de todo jugador tras perder una partida: asumir el máximo riesgo en un nuevo envite con el fin de recuperar y luego abandonar el vicio. Sin embargo, el afortunado jugador que nos ocupa parece ser que consiguió ambas cosas gracias a su arrepentimiento y a la ayuda de la Virgen que desde entonces es conocida como Virgen del Dado.

          La otra versión nos cuenta que cuatro jugadores disputaban su fortuna apaciblemente sentados ante ese portal norte de la catedral y que uno de ellos desesperado tras perder... El resto ya se sabe. La historia, a partir de aquí, coincide con lo dicho.

          Esta segunda versión es la que Nicolás Francés quiso inmortalizar en su dibujo para la vidriera que, precisamente ante los mismos ojos del Niño y de la Virgen del Dado, comunica con el claustro. 

lunes, 12 de abril de 2010

LEÓN

León es una vieja ciudad en la que romanos, visigodos, árabes y cristianos han dejado sus huellas a lo largo de los siglos.

Cabeza durante años del reino más poderoso de la península, como canta su himno:
"Sin León no hubiera España/que antes que Castilla leyes/ concilios, fueros y reyes/
dieron prestigio a León".

Por todo ello, la historia de León es una historia rica, apasionante y fundamental. Pero no es este el momento de hablar de esa historia, sino simplemente el de recorrer algunos de sus rincones más singulares, donde aún se percibe el aroma de viejos tiempos.
Espacio habrá para otros relatos.


CALLE MATASIETE


Lo primero que sorprende de esta calle es su nombre: MATASIETE, un nombre contundente que parece amenazador y despierta la curiosidad de quien lo oye.
La segunda sorpresa nos la trae su disposición, la manera intrincada de abrirse paso entre la plaza del Pan (hoy Plaza Mayor) y la plaza de las Tiendas (hoy San Martín: el corazón del Barrio Húmedo). Sin duda parece el decorado ideal para que se represente la tragedia que rememora.

Corría el año 1330 y el rey Alfonso XI viene a visitar León. Preceden a la comitiva real Gil de Villasinta y Juan de Velasco, parece que también Leonor de Guzmán, esposa del último y tras la muerte de aquel, amante del rey a quien dará 10 hijos. Los caballeros portaban un mensaje real cuyo destinatario era D. Gutierre.

En la ciudad se tramaba una revuelta. Los conspiradores eran los partidarios del Infante Juan Manuel y el destino de sus intrigas el propio monarca. Gil y Velasco se detuvieron en la taberna del tío Joroba, próxima a esta calle, en espera de dirigirse a casa de don Gutierre. En ese mismo lugar se encontraban algunos de los intrigantes, que una vez descubierta la identidad de quienes allí estaban, iniciaron la provocación y el enfrentamiento. Se desenfundaron espadas, los dos caballeros trataron de ponerse a salvo luchando, dando cuenta de algunos de los traidores y retrocediendo por una calle sinuosa y oscura en la que fue herido de muerte uno de los nobles (no se ponen de acuerdo los cronistas si don Gil o don Juan de Velasco). Pero parece que éste último, quien logrará llegar con vida a casa de don Gutierre para morir de todos modos.

En un rincón de la calle y conmemorando los tristes sucesos hay una hornacina en la que figuraba un cristo (el Cristo de Matasiete) con una lámpara de aceite que era tradición encender cuando en el barrio había algún enfermo en trance de muerte. A principios del siglo XX se añadió un farol y en 1975 se repuso la imagen que había desaparecido.


Es justo decir en honor a la tradición que el Moro Mulacín fue uno de los que se comprometió en la taberna del tío Joroba a participar en la acción villana aunque había de morir en el intento. Aún así su nombre permanece como titular de un paso entre la plaza de Las Tiendas y la calle de Santa Cruz.

Barrios de moros y judíos. Leyenda, historia, verdad y fantasía se mezclan en esta sugestiva escenografía del rincón de MATASIETE.

domingo, 11 de abril de 2010

CORRAL DE VILLAPÉREZ

CORRAL DE VILLAPÉREZ
Es uno de los rincones que mejor conserva el sabor y el romanticismo de la época a pesar de los evidentes cambios que ha sufrido a lo largo del tiempo.
Este espacio de libertad y sosiego que se abre o, más bien, se esconde en la calle Pablo Flórez, también llamada en su día, Villapérez, Canóniga Nueva y otros nombres menos ilustres, era patrimonio privado de la familia Villapérez, con palacio e iglesia propios. La iglesia era parroquia para culto exclusivo de la familia, menos de 50 personas, por lo cual no necesitaba ser muy grande. La portada sencilla que hoy observamos, con espadaña, es posterior a la parroquia, ya que data de 1758. Conserva un crucifijo en relieve bajo dosel de escasos méritos artísticos entre dos escudos: los blasosnes de las casas de Cabeza de Vaca y de los Alcedo, marqueses de Fuente Oyuelo.

En el s. XV aparece como señor de las casas e iglesia de Villapérez el primer Quiñones, un tal Suero Pérez de Quiñones, Señor de Alcedo y sobrino del Conde de Luna. Su esposa Catalina González de LLanos sería enterrada en esta iglesia. A principios del s. XVII es Fernando de Quiñones, regidor de León, quien aparece como Señor de la Casa de Villapérez. Y al final de la centuria será Francisco Cabeza de Vaca Quiñones y Guzmán (procedente de la baja nobleza local), marqués de Fuente Oyuelo, del Consejo de Hacienda de su Majestad, Señor de las casas de Villapérez y de las villas de Oteruelo, Villaquilambre y Villarente, además de otros notables cargos.

A los románticos que contemplaban la rinconada parecían impresionarles tanto las acacias y el aire de recogimiento que provocaban como las casas y la iglesia.

En tiempos recientes fue este lugar objeto de disputa entre el Ayuntamiento de León y la Dirección Territorial de Cultura sobre el uso que había de darse al lugar, acordando entonces convertirlo en Centro Cultural. Tras la humilde portada de la iglesia, lo que hoy se levanta es un conjunto de viviendas particulares. La "sensibilidad" de algunos alcaldes siempre ha costado gravosos tributos a esta noble ciudad. Aunque bien es cierto que hoy viene a ennoblecer ese apacible rincón, la que se ha convertido en Casa-Museo del pintor Vela-Zanetti.

sábado, 3 de abril de 2010

PLAZA DE DON GUTIERRE

PLAZA DE DON GUTIERRE


Es este otro de los típicos rincones leoneses. No sólo por su emplazamiento en el corazón de la vieja ciudad, un espacio, como aún se puede apreciar hoy, abierto pero recogido en la tranquilidad y el silencio que lo envuelven, sino por la serie de tradiciones y leyendas que la acompañan desde tiempos inmemoriales. Comunica con la plaza del Grano por una singular cuesta en que parecen besarse las casas y aunque se denomina de D. Gutierre, los leoneses la conocen por el popular nombre de El Barranco, aunque hasta el s. XIX figuraba incluso en el catastro municipal con un nombre más explícito del viejo oficio que desde antiguo se venía ejerciendo en esta empinada cuesta ("Apalpacoños"," la más angosta y pendiente de la ciudad").


En la historia leonesa ha habido al menos dos Gutierre notables a los que pudiera estar dedicado este lugar. Aunque la placa conmemorativa colocada por el Ayuntamiento y que podemos ver al frente hace alusión al caballero leonés del s. XIV, fiel al rey Alfonso XI y que tuvo una participación activa en los trágicos sucesos de la calle Matasiete, hay cronistas que se refieren a un Gutierre anterior, del siglo XII, ayo y tutor de Alfonso VIII, cabeza de un linaje, los Castro, que tuvieron una participación activa en la historia de aquellos tiempos y se vieron envueltos también en acontecidos y sucesos que más bien parecen hijos de la fantasía y la leyenda.

De esta familia es Teresa Ruiz de Castro, casada con Pedro de Guzmán, de cuyo matrimonio nació Guzmán el Bueno. Otro ilustre miembro es Fernando Ruiz de Castro, quien lideró los enfrentamientos con los Lara hasta que el rey Fernando II terminó con la auténtica guerra civil entre ambas familias nombrando a Fernando gobernador de Toledo. Este Fernando de Castro se casó con la infanta Estefanía, enterrada en S.Isidoro, y cuentan los historiadores cómo una doncella de la infanta, disfrazada con un vestido de su señora, acude a una cita de amor en los jardines del Real Palacio de León. El noble esposo tuvo ocasión de divisar a la doncella en tan delicado trance y al verla con un vestido de la señora pensó que era ésta la infiel, por lo que decidió darle muerte con su propia daga. Enterado del error acudió al rey solicitando ser degollado, pero éste quiso perdonarle viendo su honda pena y el error que lo había conducido al crimen.

Sea como fuere, lo cierto es que esta plaza atesora recuerdos de tiempos y personajes muy notables.

El palacio de Don Gutierre que hoy observamos reconstruido no es más que un gran caserón del s.XVII, sin otro valor artístico que el escudo de la familia y sobre todo el ser testimonio de un tiempo que se nos va y en muchos sentidos fue más glorioso que el nuestro.

Existía en esta plaza, no es seguro que en el mismo emplazamiento, un bello palacio anterior del cual sólo se conservan algunos restos en el Museo de León, como es el caso del famoso dintel donde figura en latín una inscripción que viene a decir que "toda la tierra es patria para el esforzado (para el valiente)", o sea, en traducción libre : "el mundo es de los valientes", inscripción que se consideraba poco noble pero en cambio sí reveladora de un carácter bravo, aventurero y fanfarrón como el que debía acompañar a ese tal caballero de nombre Don GUTIERRE.